Qué ocurre después del demo day: los retos y oportunidades de las startups tras la aceleración

El demo day suele presentarse como la meta de todo programa de aceleración: ese momento en el que las startups condensan meses de trabajo en una presentación frente a inversores, corporaciones y agentes del ecosistema. Es un día cargado de expectación, donde cada equipo tiene apenas unos minutos para convencer de que su propuesta puede cambiar las reglas del juego. Sin embargo, la realidad es que el demo day no se suele destacar en estas historias ya que no se trata de la línea de meta, sino la de salida. Así lo vemos desde Santalucía Impulsa.
Lo que ocurre después rara vez tiene el mismo foco mediático, pero es allí donde se juega el futuro real de cada compañía. Terminado el acompañamiento formal, llega el desafío de consolidar lo aprendido, encontrar un hueco en el mercado y responder a preguntas clave: ¿cómo acceder a los primeros clientes?, ¿cómo escalar sin perder agilidad? o ¿cómo atraer a los inversores adecuados? Para muchas startups, esta transición es un salto al vacío que pone a prueba no solo su modelo de negocio, sino también la solidez de su equipo y la claridad de su propósito.
El acceso al mercado: del prototipo al cliente real
Uno de los retos más inmediatos tras un programa de aceleración es convertir un prototipo en un producto que los clientes estén dispuestos a pagar. Las dinámicas de la aceleradora aportan herramientas, contactos y metodologías, pero la validación definitiva siempre ocurre en el mercado. Conseguir esos primeros clientes corporativos puede ser la diferencia entre avanzar o quedarse en el camino. Aquí, la credibilidad que da haber pasado por un programa serio es una ventaja, pero no garantiza nada: lo que importa es la capacidad de resolver un problema real mejor que nadie.
Además, en sectores regulados o muy competitivos, como seguros, finanzas o salud, las barreras de entrada son altas y los procesos de decisión largos. Para una startup joven, mantener el ritmo mientras espera una respuesta puede ser desgastante. Por eso, contar con el respaldo de la corporación que la apoyó desde el inicio puede allanar el terreno y facilitar las primeras oportunidades comerciales.
El desafío del escalado
Si acceder a los primeros clientes es un reto, escalar lo es todavía más. Crecer significa aumentar equipos, procesos y operaciones sin perder el foco ni la esencia. Muchas startups fracasan en este punto porque intentan abarcar más de lo que sus recursos permiten o porque no logran profesionalizar su estructura a tiempo.
El escalado exige pasar de la improvisación al método, y hacerlo sin apagar la chispa de la innovación. Significa también aprender a delegar, a medir resultados y a tomar decisiones de crecimiento con una visión de sostenibilidad. Aquí es donde se ve con claridad la importancia de los aprendizajes adquiridos durante la aceleración: la escucha al cliente, la agilidad en la toma de decisiones y la capacidad de adaptarse al cambio son habilidades que se vuelven imprescindibles.

La financiación como combustible
Otro aspecto crítico es la financiación. La primera ronda conseguida gracias al programa puede ser suficiente para arrancar, pero cada nueva etapa de crecimiento demanda más recursos. Y atraer inversores no es solo cuestión de tener un buen pitch; se trata de construir confianza, mostrar métricas sólidas y transmitir una visión clara de futuro.
Los tiempos de captación de capital suelen ser largos, y en ocasiones no se alinean con las urgencias operativas de una startup. Es aquí donde la red de contactos que proporciona la corporación y el ecosistema en torno a ella puede marcar la diferencia. Un inversor que ya confía en la empresa impulsora será más proclive a apostar por las startups que esta respalda.
Compromiso a largo plazo
Hablar del “después” del demo day es hablar de sostenibilidad. No basta con lanzar startups al mercado: es necesario dar continuidad, ofrecer oportunidades y construir relaciones de confianza que se prolonguen en el tiempo. El valor real de la innovación abierta se mide en la capacidad de generar impacto más allá de los programas, en un círculo virtuoso donde todos los actores ganan.
Santalucía Impulsa reafirma así su compromiso a largo plazo: acompañar, impulsar y conectar a las startups en las etapas que realmente ponen a prueba su resiliencia. Porque el futuro del emprendimiento no se decide en un escenario de pitch, sino en la capacidad de crecer, evolucionar y generar un impacto real en la sociedad.